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miércoles, 25 de abril de 2012

La cabaña


Caminó por ese sendero angosto, bordeado de árboles, la nieve lo cubría, el frío era intenso y la soledad lo atrapaba. A lo lejos divisó la cabaña, apuró el paso, pues ansiaba llegar, solo pensaba en tomar algo caliente. Encendió los leños del hogar. El chisporroteo lo mantuvo entretenido un largo rato, un humeante café lo volvió a la vida. Ya comenzaba a oscurecer. La noche iba a ser larga, el trepidar de las llamas trajo recuerdos que añoraba, aquella cena, la lluvia detrás del cristal, ella con sus ojos color miel, su sonrisa seductora augurando en lo que vendría después.( El deseaba lo mismo ).
La caminata por la costa, bajo una tenue llovizna, colgada de su brazo, riendo sin cesar. Cuantos momentos que quisiera volver a vivir.
Ya era tarde, así que decidió acostarse, alimentó con leños el hogar, para que durase toda la noche y arropado con las mantas añoró tenerla a su lado, sentir la suavidad de su piel, su voz murmurando un “te quiero”. Poco a poco lo fue ganando el sueño, hasta que la claridad del amanecer lo despertó.

Un buen café y unas tostadas, fueron el desayuno, lentamente fue transcurriendo la mañana, absorto en los quehaceres no se percató que alguien se acercaba, dos golpes suaves en la puerta lo sobresaltaron. Al abrir, aterida de frío estaba ella, se sorprendió, no la esperaba, con su sonrisa le dijo;
- “He vuelto”, “te extrañaba”, con un nudo en la garganta que le impedía articular palabra. La invito a pasar, y ella se colgó de su cuello en un beso sin final. ¡Que extraño! Comenzó a salir el sol, el cielo plomizo dio paso a una mañana diáfana, sus ojos chisporroteaban más que la leña.
-¡Vamos!, Te hago un café, (le dijo) ¡estás helada!, ella se arrimó al fuego para calentarse.
 Mientras tomaba su café y le contaba su viaje, no podía dejar de mirarla. ¿Dios, pudo escuchar su deseo? (Pensó). Por fin la tenía a su lado.
-¡Ey!, ¿no me escuchas?, ¿en que te quedaste pensando?, (dijo sonriendo). El, como un adolescente sorprendido, no atinó a responder, eso a ella la divertía, corrió hacia el y nuevamente se colgó de su cuello. Pudo sentir su calor, juguetona le mordió la oreja, el la apretó fuerte a su cuerpo, y en un diálogo de miradas supieron qué deseaban, y allí sobre el lecho sobraban las palabras. La tarde se iba yendo muy lenta.
Cocinar nunca había sido tan gratificante, su risa, sus mohines, le divertía cantar temas con letras acordes a la ocasión, su alegría lo contagió. Habían pasado seis largos meses desde el día que decidió viajar, recuerda ese largo beso, que no quería que acabara. El silbato del tren anunciando su partida. Se quedó en el andén hasta que el mismo se perdió a lo lejos, y después, la nada, no quería llorar, pero el pecho oprimido, un nudo en la garganta, los ojos húmedos, el sentimiento de abandono y el no saber cuándo la volvería a ver, eran muy fuertes.
No quiso quedarse en la villa, prefirió recluirse en la cabaña, allí no existían recuerdos de ella. Fueron días duros, más de una noche se quebró, no podía dejar de extrañarla, cuantas veces entrecerrando los ojos, la sentía a su lado y así lo sorprendía la madrugada. Pensándola. Poco a poco se fue atemperando su dolor, pero siempre surgía su recuerdo.
Ahora está allí, su gesto le causa gracia. Lo provoca, finge tener calor, quitándose lentamente la blusa, pero está acurrucada junto al hogar. Al estar lista la comida, la invita a la mesa, burlona se arrima y se sienta en su falda, dice que es una nena. A el le  gusta ese juego.
Tras el almuerzo o cena, (a esa hora ya no se sabía que era) se acurrucaron en el sillón, entre mimos se enteró de su vida durante ese tiempo. Viajó, conoció lugares, gente. Hasta tuvo una aventura, ¿Qué podría decirle él? Siempre fue libre, hay momentos que su juventud y la madurez de él, se contraponen, pero aún así se sienten atrapados. Antes de conocerse, el tenia una vida muy diferente, pero al llegar ella,  se adueñó de todo su ser, decidió seguirla, era un nuevo despertar, fue un tiempo de dicha plena. Pero un día ella sintió que debía marcharse, el no tenia argumentos para detenerla.
Es tarde y hace frío, se pega a su cuerpo buscando calor, el la abraza porque también desea el suyo. Acurrucados entre mimos, poco a poco se enciende la pasión. Esta noche también es larga pero no sienten frío.
Los sorprende la mañana abrazados. El tiempo se detuvo

4 comentarios:

  1. Mi amigo:
    Quien bien quiere, sabe lo que quiere.
    Un abrazo.

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    1. Sobre todo cuando quien lo escribe es un romántico.
      Un abrazo.

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  2. MOLI, con tus escritos lográs divertirme ...y también estremecerme
    cariños...

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    1. Gracias Mery, hay vivencias que me marcan y luego vuelco en lo que escribo.
      Un abrazo de oso.

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