Caminó por ese sendero angosto, bordeado de árboles, la
nieve lo cubría, el frío era intenso y la soledad lo atrapaba. A lo lejos divisó
la cabaña, apuró el paso, pues ansiaba llegar, solo pensaba en tomar algo
caliente. Encendió los leños del hogar. El chisporroteo lo mantuvo entretenido
un largo rato, un humeante café lo volvió a la vida. Ya comenzaba a oscurecer. La
noche iba a ser larga, el trepidar de las llamas trajo recuerdos que añoraba, aquella
cena, la lluvia detrás del cristal, ella con sus ojos color miel, su sonrisa
seductora augurando en lo que vendría después.( El deseaba lo mismo ).
La caminata por la costa, bajo una tenue llovizna, colgada
de su brazo, riendo sin cesar. Cuantos momentos que quisiera volver a vivir.
Ya era tarde, así que decidió acostarse, alimentó con leños
el hogar, para que durase toda la noche y arropado con las mantas añoró tenerla
a su lado, sentir la suavidad de su piel, su voz murmurando un “te quiero”. Poco
a poco lo fue ganando el sueño, hasta que la claridad del amanecer lo despertó.
Un buen café y unas tostadas, fueron el desayuno, lentamente
fue transcurriendo la mañana, absorto en los quehaceres no se percató que
alguien se acercaba, dos golpes suaves en la puerta lo sobresaltaron. Al abrir,
aterida de frío estaba ella, se sorprendió, no la esperaba, con su sonrisa le dijo;
- “He vuelto”, “te extrañaba”, con un nudo en la garganta que le impedía articular palabra. La invito a pasar, y ella se colgó de su cuello en un beso sin final. ¡Que extraño! Comenzó a salir el sol, el cielo plomizo dio paso a una mañana diáfana, sus ojos chisporroteaban más que la leña.
- “He vuelto”, “te extrañaba”, con un nudo en la garganta que le impedía articular palabra. La invito a pasar, y ella se colgó de su cuello en un beso sin final. ¡Que extraño! Comenzó a salir el sol, el cielo plomizo dio paso a una mañana diáfana, sus ojos chisporroteaban más que la leña.
-¡Vamos!, Te hago un café, (le dijo) ¡estás helada!, ella se
arrimó al fuego para calentarse.
Mientras tomaba su café y le contaba su
viaje, no podía dejar de mirarla. ¿Dios, pudo escuchar su deseo? (Pensó). Por
fin la tenía a su lado.
-¡Ey!, ¿no me escuchas?, ¿en que te quedaste pensando?, (dijo
sonriendo). El, como un adolescente sorprendido, no atinó a responder, eso a
ella la divertía, corrió hacia el y nuevamente se colgó de su cuello. Pudo sentir
su calor, juguetona le mordió la oreja, el la apretó fuerte a su cuerpo, y en
un diálogo de miradas supieron qué deseaban, y allí sobre el lecho sobraban las
palabras. La tarde se iba yendo muy lenta.
Cocinar nunca había sido tan gratificante, su risa, sus
mohines, le divertía cantar temas con letras acordes a la ocasión, su alegría lo
contagió. Habían pasado seis largos meses desde el día que decidió viajar,
recuerda ese largo beso, que no quería que acabara. El silbato del tren anunciando
su partida. Se quedó en el andén hasta que el mismo se perdió a lo lejos, y
después, la nada, no quería llorar, pero el pecho oprimido, un nudo en la
garganta, los ojos húmedos, el sentimiento de abandono y el no saber cuándo la
volvería a ver, eran muy fuertes.
No quiso quedarse en la villa, prefirió recluirse en la
cabaña, allí no existían recuerdos de ella. Fueron días duros, más de una noche
se quebró, no podía dejar de extrañarla, cuantas veces entrecerrando los ojos, la
sentía a su lado y así lo sorprendía la madrugada. Pensándola. Poco a poco se
fue atemperando su dolor, pero siempre surgía su recuerdo.
Ahora está allí, su gesto le causa gracia. Lo provoca, finge
tener calor, quitándose lentamente la blusa, pero está acurrucada junto al
hogar. Al estar lista la comida, la invita a la mesa, burlona se arrima y se
sienta en su falda, dice que es una nena. A el le gusta ese juego.
Tras el almuerzo o cena, (a esa hora ya no se sabía que era)
se acurrucaron en el sillón, entre mimos se enteró de su vida durante ese
tiempo. Viajó, conoció lugares, gente. Hasta tuvo una aventura, ¿Qué podría
decirle él? Siempre fue libre, hay momentos que su juventud y la madurez de él,
se contraponen, pero aún así se sienten atrapados. Antes de conocerse, el tenia
una vida muy diferente, pero al llegar ella, se adueñó de todo su ser, decidió seguirla,
era un nuevo despertar, fue un tiempo de dicha plena. Pero un día ella sintió
que debía marcharse, el no tenia argumentos para detenerla.
Es tarde y hace frío, se pega a su cuerpo buscando calor, el
la abraza porque también desea el suyo. Acurrucados entre mimos, poco a poco se
enciende la pasión. Esta noche también es larga pero no sienten frío.
Los sorprende la mañana abrazados. El tiempo se detuvo
Mi amigo:
ResponderEliminarQuien bien quiere, sabe lo que quiere.
Un abrazo.
Sobre todo cuando quien lo escribe es un romántico.
EliminarUn abrazo.
MOLI, con tus escritos lográs divertirme ...y también estremecerme
ResponderEliminarcariños...
Gracias Mery, hay vivencias que me marcan y luego vuelco en lo que escribo.
EliminarUn abrazo de oso.