Seguidores

domingo, 16 de septiembre de 2012

Amor sin fronteras



Te recuerdo…
Aquel encuentro en la campiña, te vi, tan blanca, los bucles cayendo cual cascada, bajaste la vista cuando me acerque, querías huir, pero te tranquilice con mis palabras.
Te tome por detrás, tu cuerpo temblaba, te arrime a mi cuerpo mientras te susurraba, poco a poco sentí que te entregabas, el silencio era interrumpido sólo por nuestra respiración agitada.
El rebaño nos observaba, alzaste la mirada y mis ojos se encontraron con los tuyos, sobraban las palabras, no se si era la soledad del paraje, el cielo inmensamente azul, la suave brisa que invitaba al amor, solo se que nos unimos en sexo salvaje. No se cuanto duró aquello, pero lo repetimos una y otra vez, así entre balidos y palabras entrecortadas nos fue ganando el cansancio.
Me miraste anonadada, yo agradecido, el rebaño nos rodeaba, alguna oveja se acercó como si quisiera participar, que locura…
Me quedé tendido en la hierba largo rato, disfrutando el momento, luego me vestí, tu sólo me mirabas, el brillo de tus ojos delataban tu placer.
Debía regresar, pero antes te pedí que me sacaras una foto junto a tus ovejas, te reíste por mi propuesta pero igual accediste, no quisiste que te fotografiara, así que con un beso me despedí, me aleje despacio prometiendo volver, mientras quedabas cuidando tus ovejas, mi pastorcita adorada y sensual. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Una tarde de terror.


La tarde invitaba al paseo, brillaba un sol refulgente, mientras una suave brisa refrescaba el ambiente.
Con el grupo de amigos, disfrutábamos aquel momento, cuando alguien sugirió la posibilidad de montar, casi me obligaron, pues no quería hacerlo
-Vayan ustedes, (Les dije) pero insistieron casi me montaron ellos de prepo nomás.
Todo iba bien en aquella marcha lenta y suave, hasta que comencé a deslizarme por el costado de mi corcel, traté de asirme, pero al elevarse este en el aire, rodé estrepitosamente bajo sus patas, luego rodé bajo las de un tordillo, que por suerte no me pisó, seguí rodando hacia atrás y fui embestido por un automóvil rojo, que me despidió a un costado, nada podía hacer yo por detenerme, aterrado terminé bajo un elefante que en ese momento alzaba sus patas delanteras.
Traté de cubrirme el rostro, mis codos sangraban, sentí un fuerte dolor en mi cabeza, fruto del golpe contra el piso, mi jean se había enganchado en la defensa del auto y por ende roto, había perdido un zapato y mi dignidad. Nunca olvidaré la cara de aquel niño que me señalaba burlón.
Mis amigos impávidos no podían creer lo que estaba ocurriendo, todos me gritaban, no alcancé a entender lo que me decían. Suerte que uno de ellos hizo detener el carrusel, porque sino me mato.
Desde aquel día me han apodado “Doble de riesgo”.
¡Bah…!