Allí como siempre solícito y amable, con su eterna
sonrisa.
La portería es su lugar de trabajo, día a día lo
encontramos, horas limpiando o quizás acomodando correspondencia, pero siempre
está.
Como todos sale para la escuela, responde a su
saludo, pero molesta baja la vista, apura el paso y se pierde en la multitud.
El sacude la cabeza mientras continua con su tarea.
Es sólo una niña se dijo, pero cada vez que ella
pasa, no puede retener sus pensamientos. Sabe que son muchos sus años de
soledad, su esposa lo abandonó por un tipo varios años más joven, nunca lo
superó pero no quiere demostrar su pena. Para todos es Rodrigo el portero, varias
residentes del edificio lo miran con buenos ojos, el lo sabe, pero no se da por aludido.
Ella es diferente, la piel muy blanca y tersa,
líneas suaves moldean su figura, el cabello cual cascada sobre sus hombros que
ondula como el trigo en verano, brillando al sol, ojos claros que evitan
encontrarse con los suyos, la sensualidad juvenil le altera las neuronas y en
sus noches de soledad no puede menos que dejar volar sus sueños, donde el
erotismo juega rol principal.
No sabe como ocurrió, pero con el rostro entre sus
manos se lamenta sabiendo que lo condenarán, ella sólo era una niña.