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martes, 27 de noviembre de 2012

Ellos están allí.


Ella me preguntó.
-¿Por qué brillan las estrellas, abuelo?
-Porque están felices, ¿ves como titilan? , ese es su corazoncito, que late feliz.
-¿Y porque están felices?
-Porque saben que las queremos, que desde aquí estamos mirándolas, recostados en la hierba y cada una de ellas es un ser a quien amamos.
-¡Huy!, abuelo, mira que grandota es aquella, como brilla.
-Esa, seguro que es tu mamá, orgullosa de verte tan grande, tan buena y tan bonita, y la que está a su lado, es tu hermanito, que se fue con ella.
-¿Y aquella grandota, que esta más allá?, Esta quietita, como mirándonos…
-Esa, es mi mamá, que todavía me cuida.
Nos quedamos en silencio observando aquellas tres estrellas que titilaban en aquel cielo límpido. Pasé mi mano por su cara secando aquella lágrima furtiva y sonreí.
-¡Que lindo tener tres estrellitas que nos cuidan! (Me dijo, abrazándome). Asentí con la cabeza, observando aquellas tres estrellas en que imaginaba a mi madre, mi hija y mi nieto.
-¡Abuelo!, ¿Estas llorando?

sábado, 3 de noviembre de 2012

Fidelidad


Estaba nervioso cuando emprendió él regreso, la demora superó los quince minutos, eso lo molestó, solo se tranquilizó cuando arrellanado en la butaca, él tren comenzó a moverse. Las imágenes se agolpaban en su mente, todo sucedió tan repentinamente, que no alcanzaba a comprender.
Cientos de miradas indiferentes circularon a su lado, es él anonimato que te brinda la gran ciudad, eso lo tranquilizaba, nadie notaria su preocupación.
Él viaje, le pareció eterno, él paisaje a través de la ventanilla, lentamente fue quedando  atrás, pero no lo veía, su mente recordaba los momentos vividos, aquella voz que entre susurros lo quiso impulsar a cometer esa locura. ¿Como había podido dejarse influenciar?, ¿que poder tenia ella para manejar a su antojo su vida?, se sentía una marioneta que solo hacia lo que le ordenaban los delgados hilos que ceñían sus extremidades y cabeza, su voluntad trató de rebelarse pero fue en vano, ahora ya era tarde, al tratar de remediar la situación se sintió confundido.

La conoció, en un momento de su vida en que él vacío lo abrumaba, la miró a los ojos y se sintió atraído, era una mezcla de virgen y demonio, le sonrió, él correspondió de igual manera, su voz era suave y sensual, lo envolvió en un hechizo del que no trató de huir, poco a poco la charla y algunas copas hicieron el resto, cuando ella se apretujó en sus brazos buscando refugio, se sintió un ganador, la noche los envolvió con su manto y la madrugada los encontró abrazados, se sintió pleno. ¿Habría por fin encontrado su destino?

Comenzaron a frecuentarse más seguido, ella comenzó a adueñarse de su vida, su voluntad sólo respondía a sus antojos, creyendo ser feliz no lo notó.

Ya la estación se perfilaba antes sus ojos, él viaje llegaba al final, se mezcló entre la gente al salir de la estación, busco su rumbo y hacia él se dirigió, su casa no estaba lejos, decidió caminar, una luna llena lo acompaño en su ruta, él bar estaba desierto, pero igual se sentó en unas de esas mesas que tantas veces compartió con un café, dejó pasar el tiempo y varios cigarrillos, él café quedo frío, miró la hora, debía regresar. La noche siempre fue su compañera, ahora a su amparo se sintió a gusto, lentamente recorrió él corto trecho hasta su casa.

Era alta y se sabia hermosa, manejaba la seducción con mucha soltura, su esbelta figura era él anzuelo ideal, ningún hombre escapaba a su encanto, él no fue la excepción, y era perfecto para su gusto, un solitario, aventurero, que no dudaría en dar todo de si para complacerla. Le encantaba jugar al gato y él ratón. Si se rebelaba o intentaba poner condiciones, con un mohín, una mirada lánguida, y hasta quizás una lagrima furtiva lo ponía en su lugar.

La esperaba en aquel bar, llegó exultante, la vio acercarse y su corazón latió con fuerza, eclipsado, solo atinó a una sonrisa y un beso furtivo, la tomó de la mano y mientras revolvía nervioso el pocillo de café, la escuchó en silencio, impávido no alcanzaba a comprender como podía pedirle algo así.

Las razones que le daba no lo convencían, su mirada había cambiado, sintió dos puñales que lo atravesaban, estaba enardecida, sabía que si se rehusaba la perdería, él dilema entre sus prejuicios y sus sentimientos, lo abrumó, como convencerla, él sentido común, lo hizo pensar en la victima, y no pudo menos que estremecerse. Pero primó el raciocinio, no iba a permitir que tal demencia lo contagie, decidido aunque confuso se negó. En un ataque de histeria y entre mil improperios, ella se levanto y salió, la siguió tratando de convencerla, pero ya no era la mujer cordial y sensual que él adoraba, la discusión siguió aún dentro del departamento, y las amenazas tomaron un cariz oscuro, no lo pensó mas. Ése era el final.

Ella le pidió, le suplicó, pero él no estaba dispuesto a entender razones, ya lo había decidido, él desenlace era inevitable, y así lo hizo. Ahora ya no lo dominaría, se había liberado, la miró por última ves, ella quedo tendida sobre la cama llorando, él salió altivo dirigiéndose a la estación.

Llegó por fin a su casa, al entrar el gato se acercó a saludarlo, lo alzó y mirándolo fijamente le dijo; “Ésta está reloca, mira si me voy a deshacer de vos para que ella venga a vivir conmigo”.
Él gato agradeció con un maullido…