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domingo, 27 de mayo de 2012

Admiración


Cuando la vio, supo que ella, era la que siempre había soñado, lo deslumbró con su belleza, tras su aparente fragilidad, se advertía su firmeza, se regodeó admirándola, era perfecta, ni un gramo de más.
Esbelta cual bailarina, supo al instante que era italiana, deseo abalanzarse sobre ella, sus manos ansiaban acariciarla, la blancura de su piel lo encandilaba, ¿Cómo podía existir algo así?
El hombre que la poseía no le permitiría tocarla, era muy cara a sus sentimientos, a la par que su orgullo, cuantos lo envidiaban.
Dio un par de vueltas alrededor, sin quitarle los ojos de encima, incluso comentó su belleza con otro observador.
La rodeaban muchas otras pero ella se destacaba, era el blanco de las miradas. Desde los altavoces anunciaron la partida, y hacia allá fue, se estaba por largar la carrera, el se quedó con su vieja bicicleta, admirando aquella que por su costo le era inaccesible, y así transcurrió la tarde.

viernes, 18 de mayo de 2012

Alma de pájaro.


Hola Santiago, hoy te miro a través de tu ventana, ha pasado el tiempo, ¿que raro no? Me miras y sonríes, no comprendes que te impulsa a ver en esa pequeña ave algo especial, un pájaro que te mira interrogante, que parece dispuesto a cantarte sólo a ti.

No me reconoces. Claro, he cambiado, dista mucho de aquella imagen que tenias, un muchacho de tu misma edad, bullanguero y silbador, que disfrutaba tu enojo cuando palmeaba con demasiada fuerza tu espalda, haciéndote trastabillar.
Recuerdo tu dolor cuando me despediste, mi esencia lo pudo sentir, tan larga amistad nos había unido cual hermanos, y ahora así de repente debíamos separarnos. Todo fue muy rápido, no pudimos despedirnos, llegaste corriendo con desesperación pero ya nada se podía hacer, crispaste tus manos mirando el cielo y preguntando ¿Por qué?

Ha pasado algún tiempo (Para ti por supuesto, yo ya soy atemporal)
¿Te agrada mi canto? Veo que si, disfruto ver que te llega, que te alegra el día, pero tú sigues imbuido en tu trabajo. Como te enojabas cuando te obligaba a dejarlo para compartir lindos momentos, luego por supuesto se te pasaba, te complacía aquellos minutos o quizás horas de ocio.
Aquellos encuentros de fútbol, siempre discutiendo, tu carácter siempre imponía una reyerta, y como compinche me involucraba, terminábamos con una (o varias) buena cerveza y el consabido comentario.

Cada tanto me miras, en tu rostro noto que algo te perturba, buscas algo en mi, tu cerebro te indica que soy algo especial para ti, pero no puedes descifrarlo, eso te distrae de tu trabajo, y no parece molestarte.
Cada ves que giras tu mirada hacia mi suelto mis trinos, sacudes la cabeza y alegre sigues en lo tuyo. Ahora te paras y te acercas a la ventana, me miras extrañado, porque aún permanezco allí, casi al alcance de tu mano. Que extraña vivencia, a pesar de lo ocurrido seguimos juntos, casi puedo adivinar lo que piensas, esas dos pequeñas gotas que brotan de tus ojos me lo dicen.
Si amigo, soy yo, no te equivocas.

¿Recuerdas cuando ansiaba volar? Que ilusionado estaba,  mi obsesión eran los pájaros, admiraba su vuelo, tan libres, y mírame ahora… ¡Puedo volaaaaaaaaar!
Me voy amigo, pero cada mañana volveré a tu ventana. Seguiremos juntos.
¡Volveré Santiago!
Cada día ¡Volveré!....

viernes, 11 de mayo de 2012

El Zoilo


Allí en medio de la nada, estaba la vivienda, era un rancho con paredes de adobe y techo de paja brava, al acercarme noté que no tenía puerta, un trozo de trapo de color azul oficiaba de la misma, detrás pude observar que había un corral.
Ya en la galería ví una abertura tapada con un madero, que debía ser una ventana. Al entrar un escalón marcaba un importante desnivel hacia abajo, el piso era de tierra, y había desparramados restos de comida de la noche anterior.
Al girar la cabeza noté que sobre una repisa, estaba un candil casi sin combustible, un mazo de cartas, con mucho uso y una fotografía vaya a saber de quién.
Sobre un catre algunas prendas desparramadas y un poncho desflecado. Una púa había marcado el frente de una vieja guitarra a la que le faltaba la tercera cuerda.
El, estaba sentado sobre un viejo baúl, su aspecto era grave, vestía bombachas muy gastadas, una camisa que alguna vez fue roja, las alpargatas denotaban el paso del tiempo y el terreno fangoso.
Con el pucho apagado entre los labios y un fuerte olor a ginebra, contestó a mi saludo, pero sólo con un movimiento de cabeza, mantuvo fija su mirada en mí.
Me sentí incómodo, el perro no me prestó atención, sólo se rascó y siguió durmiendo, me  quedé parado junto a la puerta mientras trataba de hilvanar las palabras.

-Yo andaba buscando un lechón sabe, alguien me dijo que usted podía tener.
 “-¡Ahá! Le han dicho bien, (hablaba) lentamente se levantó, mientras me preguntaba de cuántos kilos lo quería, le comenté que lo prefería chico. Al ir saliendo hacia el patio noté que había un puñal en la cintura. Era un tanto cojo al caminar, pero altivo.
En el corral, tenía unas batarazas, algunos patos con cría y una yunta de pavos, a unos veinte metros si estaba el chiquero, al llegar me dijo;
 “-Fíjese cual le gusta”. Había más de una docena de cerdos, el que elegí tendría unos doce kilos, se ofreció a entregármelo limpio, me pareció bien y saqué el dinero para pagarle. Cuando, de pronto, sin mediar palabra, sacó el puñal y se me vino encima, quedé paralizado, ya sobre mí, me empujó y clavó el puñal en el piso, yo había desparramado billetera, dinero, documentos por el suelo, estaba pálido, sin comprender.

El sonriendo, se volvió y me dijo;
 “-La saco barata, mire”.
Todavía retorciéndose, ensartada por el puñal, estaba una yarará, allí comprendí, balbuceando le di las gracias y comencé a juntar mis cosas, el corazón se quería salir por la boca, él sin ninguna aprensión pisó la cabeza de la serpiente y retiró el puñal, yo por las dudas me alejé.
Ya volviendo al rancho, me miraba y sonreía, sacudiendo la cabeza, mientras yo trataba de recomponerme. Me dijo llamarse Zoilo, hacía más de cuarenta años que vivía allí, y se dedicaba a la cría de animales, que las víboras eran frecuentes por ser zona de cañada.
Me quiso invitar con algo fuerte para que me volviera el alma a cuerpo, según sus palabras. Le agradecí  con la excusa que debía manejar, la ginebra no es para mí.
Saludé a Zoilo y emprendí el regreso, quedé en pasar dos días mas tarde a buscar el lechón. Al partir suspiré aliviado.
Por el retrovisor lo vi saludar y pense;
La saqué barata.

viernes, 4 de mayo de 2012

El momento


El disparo atronó el silencio de la noche.
Tras un momento de estupor me zambullí tras un mueble, y sin pensarlo, rápidamente tome mi arma y repelí la agresión, no se cuantos eran, pero me sentí acorralado, gotas de sudor frío corrían por mi rostro.

A lo lejos pude escuchar una sirena policial, (si pudiera avisarles) apagué la luz, tratando de ubicarlos, pero estaban bien ocultos, quizás fuera un francotirador, con el coraje que me caracteriza , arma en mano, me deslice hasta la ventana para tratar de verlo. ¡Oh! No me percate que el brillo de mi arma me puede delatar.

Cuantas vivencias cruzaron por mi mente, es ese breve instante entre la vida y la muerte, que nos pone a pensar en nuestros afectos, el sentir que podemos perderlos así de repente.
¿Por qué a mi?, ¿quien seria el que me siente su enemigo? Quizás fuera una venganza. Pero ¿Por qué?
¡Me distraje! Alguien viene.

Mi oído me alertó, se acercaba sigilosamente, entonces descubrí por el volumen de su físico que era el gran Boby quien me acechaba, me preparé para atacarlo, pero el se detuvo, no se porque. Me mantuve en silencio, expectante, sin siquiera respirar, cuando escuche que reanudó la marcha, todos mis músculos se tensaron, entonces la escuche…
Totalmente despreocupada y ajena a mi drama me grito;
“-¿Querido, si terminaste de acomodar los juguetes del nene, podes bajar a cenar?”
-Y hace bajar a ese perro gordo, ya te dije que no lo quiero en los dormitorios.